Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios".
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?".
"Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.
"Simón, he encontrado al Mesías."
Andrés llevaba años buscando...
De niño, escuchó que un libertador debía venir. Bastaba con seguir recorriendo los pasos que la vida parecía haberle asignado, a la espera de esa liberación. Aunque ¿de quién iba a librarle el gran rey? ¿De otro rey?
Sentía que algo faltaba en su mundo. Algo que no llegaba a ver, que ocasionalmente olfateaba... una nota de perfume de origen desconocido flotando cerca de la orilla. Le faltaba, tal vez, una nueva luz, un horizonte mayor.
Juan le animó a no esperar. Le habló del camino hacia la libertad. Del íntimo desprendimiento. De la preparación. De un camino que nacía en sus propios pies...
Andrés sentía que podía caminar hacia su propia liberación. Pero ¿qué ruta seguir?
"Simón, creo que es él. Él nos puede guiar."
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