lunes, 12 de enero de 2015

Marcos 1, 14-20

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: 
"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". 
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. 
Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". 
Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. 
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, 
y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.


Escuchad. La Buena Noticia ya no depende de un hombre. Porque no fue hecha por él. No es una nueva ley. Es, más bien, el levantamiento de un velo, pesado como un tapiz, tejido con palabras graves por doctos y señores que menos quieren enseñar que preservar.
La Buena Noticia es que ese velo no era nuestro cielo, sino nuestra mortaja. La Buena Noticia es que podemos dejarlo en el camino y seguir ligeros sin él.
Ahora sabemos que no hay sabios y legos, sino ahogados y sedientos. Y que el Reino lo vamos a construir hoy. Y mañana. Cada día, nacidos a una vida en pequeño.
Buscad cada uno vuestro camino, transite por tierra o por vuestro corazón, pero no os perdáis atados a vuestro ancla. "Erguiros. Tomad mi mano. Venid".

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