Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús
curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a
muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién
era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Amigos. Sé que mi poder os sorprende, como a toda la gente que ha esperado esta tarde a nuestra puerta. Sabed que es lo que busco... despertar vuestra atención. Pero no os detengáis vosotros en el umbral.
Amigos. Sé que todos os preguntáis quién soy yo. Pero sólo importa que recordéis que yo soy el que está aquí para despertaros. Para hacer que, cuando mis pasos no dejen huella en los caminos, sigan dejándola en vuestro interior. Y vosotros los prolonguéis con vuestro ejemplo y vuestro recuerdo. Y así sea en adelante.
Os preguntáis quién soy yo. Soy el que está aquí para que os preguntéis quién sois vosotros.
Y si hoy os puedo asombrar con mi poder directo sobre la arcilla, un día comprenderéis que no es menor vuestro poder, porque seréis curadores de la esencia, no sólo de la piel.
Despertáos con el ruido, pero atended a la melodía. Tocad la música. Tañed las fibras del corazón, que son las que tejen el universo y abren el paso entre sus mundos.
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