miércoles, 28 de enero de 2015

Marcos 4, 1-20

Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. 
El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: 
"¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. 
Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; 
pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. 
Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. 
Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno". 
Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!". 
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas. 
Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, 
a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón". 
Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás? 
El sembrador siembra la Palabra. 
Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos. 
Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; 
pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben. 
Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, 
pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa. 
Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno". 


"¿Debemos, entonces, ser todos sembradores, peregrinos sin hogar?"
Escuchad. No todos sembramos igual. En este mundo hay caminos que viajan entre los campos, como en la vida personas que no necesitan de más raíz que el amor y el ejemplo de sus padres. Personas que viven llevando agua a las tierras con sed.
Otras personas son tierras sujetas a un trocito de paisaje. Tierras que, recibiendo el agua, no la retienen tras saciarse. La filtran, dando lugar a arroyuelos bajo la superficie que viajan para dar de beber a otros campos, a otros paisajes... aunque ellas ya nunca tengan noticia de tal efecto.
Bajo este suelo discurren miles de hilos de agua que se juntan en grandes ríos. Ríos que dan vida a la tierra entera.
Sed camino o sed tierra. Pero haced que a vuestro paso o en vuestro entorno crezca la vida.
No retengáis el agua, no sea que os convirtáis en ciénaga podrida.

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