domingo, 25 de enero de 2015

Marcos 1, 14-20

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: 
"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". 
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. 
Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". 
Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. 
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, 
y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron. 


"¿Por qué dejáis vuestro trabajo, vuestra barca, todo por lo que siempre os habéis esforzado?"
Seguimos a un amigo. Por fidelidad. Y porque sabemos que vivirá una vida grande.
¿Cuánto nos queda? ¿Otros treinta años amarrados a una red, a una orilla? Ansiamos navegar. Tiene que haber algo más... más allá de la arena.
Y, si no le acompañamos... ¿qué será de Él? ¿Qué será de nosotros? ¿A dónde irá? Nosotros, a ninguna parte.
Le seguimos los que le conocemos. Los que anhelamos sentirnos vivos, locos, ligeros, despiertos... Los que, pese a no saber nada, le conocemos a Él.
Dejaremos todo. Perderemos nada. Unos marcharemos con Él por el camino. Otros, le acompañaremos sin abandonar a nuestra esposa, a nuestro marido, a nuestros hijos... Pero todos esperaremos en Él, como ciegos, una oportunidad.

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