sábado, 17 de enero de 2015

Marcos 2, 13-17

Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. 
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. 
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. 
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?". 
Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". 


El tesoro de Leví está en esa mesa. Pero no le pertenece. Y cuando él no esté, el montón será atesorado por otras manos. Esas monedas durarán más que los ojos de Leví, más que sus brazos... pues estando hechas de igual materia, esas piezas densas resisten mejor la erosión del tiempo que Leví, cuyo interior está hueco.
"Leví, míranos. Por favor, levanta. Deja tu cadena y charlemos mientras caminamos. Que sólo una mano vacía puede acariciar otra mano."


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