Jesús dijo a sus discípulos:
«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.
Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
"Pero... ¿Por qué nos odian? ¿Qué les hemos hecho?"
Nada.
No pretendéis arrebatarles tronos y cátedras... porque no os interesan. Simplemente, las ignoráis.
Y ésa es vuestra afrenta... quitarles lo único que defienden: una razón para su existir, una coartada para su actuar.
No venís a quitarles su cetro, pero le despojáis de su valor.
Imaginarles defendiendo sus dominios desde una fortaleza de altas murallas... e imaginaros avanzando de forma tranquila sobre sus campos, rodeando el bastión defensor. Como la marea alta, pasaríais de largo envolviendo piedras y hombres sin presentar batalla.
Ellos viven un mundo de paredes gruesas, cirios perfumados y acceso restringido...
Vosotros camináis iluminados por el sol.
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