En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
"¿Quién dices que soy?"
No soy quién para saberlo. Pero sí te puedo sentir...
Eres aroma a tierra húmeda en el desierto. Eres, para un ciego, el romper de las olas del mar.
Eres el relámpago...
aunque el trueno se haga toda una vida esperar.
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