En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina.»
"Yo sé qué es lo que debería pensar. Y así lo pienso.
Yo sé qué palabras deberían salir de mis labios. Y así las digo.
Y yo sé qué debería hacer, en consecuencia.
Pero para alcanzar esa meta el terreno ya no es tan llano.
Y me cuesta conquistar las cumbres donde florecen los actos."
...
Para mí, en cambio, la acción no supone dificultad. Aquí y allí están mis manos...
Mas mi corazón no va detrás. Soy héroe de profesión. Soy un santo ejecutivo...
... No doy sangre, sino tiempo... pues veo un reto, no a un hermano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario