lunes, 28 de septiembre de 2015

Lucas 9, 46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. 
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»


¿Ahora... que ya todo lastre yacía en el suelo, os dedicáis a buscar piedras que poder agarrar?
¿Ahora que habíais abierto las manos... buscáis algo para llenarlas?
¿Cuando ya erais libres... os disputáis el grillete de la vanidad... la cadena de la soberbia y el poder?
Os hablo de ser pastores y soñáis con un rebaño en propiedad...
¿Cuánto tardaréis en consideraros dueños y amos del rebaño? ¿Cuánto en sacar de él beneficio y hacer eficiente su explotación?
... ¿Queda lejos el momento en que despeñéis a los que supongan un lastre...
a los que no produzcan lo que les exijáis?
...
¿No veis la mordedura?
¿No sentís el veneno?
¡Amputaros la mano en que la víbora os ha mordido!
... Desconfiad del camino del Yo...
pues está llenos de trampas...
Y buscad la vereda del Tú que, aunque empinada, os llevará directa al hogar.

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