Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano.
Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»
Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»
Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»
Al día siguiente, varias personas trataban de atravesar un muro que separaba el desierto de una vega fértil.
Y unos fariseos, viéndoles, les preguntaron: "¿Por qué saltáis sobre el muro y entráis en una tierra que no es de vuestra propiedad? ¿Acaso no sabéis del mandamiento no codiciarás cosa alguna de tu prójimo?"
Uno de ellos les replicó: "¿Qué prójimo... el que se apropia de lo creado? ¿Qué prójimo... el que se apropia del espíritu de lo escrito? ¿Qué prójimo... tal vez el que utiliza en su provecho el nombre de nuestro Padre?"
Ese hombre fue abatido.
Pero le siguieron mil...
... y aunque sólo hubiera sido uno...
la llegada de éste habría puesto en marcha el juicio sobre las cabezas de quienes habitamos el vergel.
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