Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las Chozas,
Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar?
¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías?
Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es".
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".
Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.
Decían saber de dónde venía. Decían saber de él. Pero ¡qué sabían! mirando siempre hacia el suelo... más allá de qué tierra pisó con sus pies.
Si hubieran levantado la mirada... Pero no se atrevieron a buscar en él más de lo que querían ver.
Prueba a mirar a un extraño, de piel distinta y bolsillo raído, a los ojos...
Ellos no eran jueces, pero juzgaron. No le preguntaron por qué vino. No le escucharon en horario de trabajo. No le abrieron a la hora de descansar.
Porque abriendo la puerta hubieran mostrado que su casa se calienta con dinero, a falta de amor que abrigue el hogar.
...
Un ojo puesto en la cuenta. El otro en la autoridad. "Cuanto antes dicte qué hacemos, menos nos distraerá."
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