Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;
ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.
Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos;
les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,
ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.
A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros,
porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
Tras detectar su ausencia, un noble mandó buscar a un siervo fugado. Le tenía en alta estima, pues le servía con eficacia y prontitud. "Pero merecerá cien azotes", pensó. "Un siervo debe saber cual es su sitio."
Tras haber buscado en cada rincón de la comarca, le encontraron en la propia finca del amo. Junto a las chabolas del servicio, aseando a un enfermo.
"¡Es humillante!", exclamó su dueño. "¿Escapas de mi servicio para servir a un despojo? ¿Y para esto querías escapar? Se ve que no sabes más que servir... ¡Pobre patán! ¿Creías poder ser libre y dejar de ser mi siervo?"
...
Yo no soy libre por dejar de ser siervo... algo que nunca fui. Soy libre por haber optado por servir.
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