Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así
serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol
sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
"Pero, ¿cómo amar al enemigo? ¿Cómo hacer nazca ese amor de verdad?"
Prueba a quedarte en silencio. E imagina que él eres tú. Que lo que te parece "otro" no es sino parte de ti. Y tú parte de él. Trata de sentirlo.
Cierra los ojos e intenta ver sus rasgos en ti. Hasta aquéllos que te hacen tenerle por enemigo. ¿No has sentido lo mismo que en él detestas alguna vez?
Continúa por imaginar su lado oculto. Aquél que no ves, pero tiene. Aquél donde guarda su cariño, sus sueños... aquél que conocen quienes le quieren, quien le trajo a este mundo...
Si la vida no os hubiera separado, ¿no tendríais más en común?
Imagínale cerca. Derrotado. No siendo ya una amenaza... ¿Acaso así se ablanda tu resistencia? ¿Bajas entonces tu espada? Porque, en ese caso, tal vez tu enemigo es tu miedo. No él.
¿Dónde está tu adversario? ¿En ese hombre, hecho de los mismos temores, de las mismas esperanzas y vivo porque aún siente que alguien le ama? ¿Qué le separa de ti?
¿No ves que sois compañeros en una misma barca?
¿No reconoces en él tus facciones, marcadas por la alegría y por el dolor?
Si supieras que él ya no te tiene por oponente... ¿Seguirías manteniendo la distancia?
¿Quién os hace, entonces, distantes? Los dos estáis en la misma trampa.
¡Despójate! ¡Despojaros! Atreveros a no temer perder. Si no teméis tener nada... seréis libres para acercaros y reconoceros en el mirar.
Si aún así no lo logras... Inténtalo, terco, una y otra vez.
Pero un día cambiarás. Habrás derrotado a tu verdadero enemigo.
Y ese día, en que tú cambies, verás que él ha cambiado.
sábado, 28 de febrero de 2015
viernes, 27 de febrero de 2015
Mateo 5, 20-26
Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
"¿Por qué habría de abrazarle? ¿No es ya bastante con no responder a su golpe?"
Dependerá de qué sea lo que busques...
"Busco hacer triunfar la justicia."
Pues busca la justicia, pero no te quedes ahí, pues la satisfacción tendrá un término.
Busca parar al injusto, pero no te quedes ahí, pues la victoria aún no habrá llegado dentro.
Perdona de corazón en la aparente derrota. Pues es la oportunidad de que, entre el yunque del mundo y el martillo de tu oponente, tu espíritu se temple.
Y renuncia al pedestal, en caso de triunfo, antes de que te corrompa.
Retírate a tu interior y despójate, rápido, de la espada de tu razón. Ella te puede dar momentos de éxito, pero su hoja tiene dos caras. La otra es la vanagloria.
Debes entender qué está en juego y en qué campo el combate se desarrolla. Pues la batalla no termina cuando ya has impuesto tu justicia en el campo que te rodea.
Debes luchar por una tierra mejor, sí, pero revisa tus sentimientos. Sé honesto con los que te llevaron a pelear y los que quedan cuando la amenaza se ha retirado.
No sea que, cuando duermas, ésta permanezca erguida a tu lado.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
"¿Por qué habría de abrazarle? ¿No es ya bastante con no responder a su golpe?"
Dependerá de qué sea lo que busques...
"Busco hacer triunfar la justicia."
Pues busca la justicia, pero no te quedes ahí, pues la satisfacción tendrá un término.
Busca parar al injusto, pero no te quedes ahí, pues la victoria aún no habrá llegado dentro.
Perdona de corazón en la aparente derrota. Pues es la oportunidad de que, entre el yunque del mundo y el martillo de tu oponente, tu espíritu se temple.
Y renuncia al pedestal, en caso de triunfo, antes de que te corrompa.
Retírate a tu interior y despójate, rápido, de la espada de tu razón. Ella te puede dar momentos de éxito, pero su hoja tiene dos caras. La otra es la vanagloria.
Debes entender qué está en juego y en qué campo el combate se desarrolla. Pues la batalla no termina cuando ya has impuesto tu justicia en el campo que te rodea.
Debes luchar por una tierra mejor, sí, pero revisa tus sentimientos. Sé honesto con los que te llevaron a pelear y los que quedan cuando la amenaza se ha retirado.
No sea que, cuando duermas, ésta permanezca erguida a tu lado.
jueves, 26 de febrero de 2015
Mateo 7, 7-12
Jesús dijo a sus discípulos:
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?
¿O si le pide un pez, le da una serpiente?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Aquél que pida, recibirá. Porque quien pide ya está despojado de la pesada coraza de la soberbia que a tantos ha hecho hundirse.
Al desahuciado se le acogerá. Pues llegará a la casa de los que no vivieron aferrados a construcciones de oro y piedra, que fueron primero su cárcel y, al fin, su sepultura.
Pero, en tanto puedan escapar de la ley material del universo, id en su socorro. Cabalgad en su auxilio. Luchad como Sísifos contra las mil caras del enemigo, que os acosa por fuera y amenaza desde el interior. Indiferencia, egoismo, cobardía... Caed defendiendo al indefenso, pues seréis, para el huérfano, hermano y consuelo y, cayendo, a muchos habréis mostrado el camino hacia la salvación.
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?
¿O si le pide un pez, le da una serpiente?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Aquél que pida, recibirá. Porque quien pide ya está despojado de la pesada coraza de la soberbia que a tantos ha hecho hundirse.
Al desahuciado se le acogerá. Pues llegará a la casa de los que no vivieron aferrados a construcciones de oro y piedra, que fueron primero su cárcel y, al fin, su sepultura.
Pero, en tanto puedan escapar de la ley material del universo, id en su socorro. Cabalgad en su auxilio. Luchad como Sísifos contra las mil caras del enemigo, que os acosa por fuera y amenaza desde el interior. Indiferencia, egoismo, cobardía... Caed defendiendo al indefenso, pues seréis, para el huérfano, hermano y consuelo y, cayendo, a muchos habréis mostrado el camino hacia la salvación.
miércoles, 25 de febrero de 2015
Lucas 11, 29-32
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás.
Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.
No veréis. Ni podréis escuchar. No tendréis pruebas en vuestras manos.
Sólo a ciegas cabe seguir. Podéis creerme, o no. Pero sólo atravesando la oscuridad os digo que hallaréis la luz.
¿No debe ser golpeado el acero? ¿No debe el sarmiento retorcerse?
Del año duro saldrá el buen vino. De vuestro andar hoy por estos caminos, se sabrá a dónde, mañana, os dirigiréis.
Jonás fue engullido por la sombra. Pero no hay tiniebla que pueda ocultar el brillo de un alma templada.
Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.
No veréis. Ni podréis escuchar. No tendréis pruebas en vuestras manos.
Sólo a ciegas cabe seguir. Podéis creerme, o no. Pero sólo atravesando la oscuridad os digo que hallaréis la luz.
¿No debe ser golpeado el acero? ¿No debe el sarmiento retorcerse?
Del año duro saldrá el buen vino. De vuestro andar hoy por estos caminos, se sabrá a dónde, mañana, os dirigiréis.
Jonás fue engullido por la sombra. Pero no hay tiniebla que pueda ocultar el brillo de un alma templada.
martes, 24 de febrero de 2015
Mateo 6, 7-15
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Nos decía que no habláramos mucho al rezar.
La palabra que brota de la boca, flota en la superficie y ya ha sido instruida para presentarse ante el mundo. La palabra pronunciada por los labios ya está vestida para aparecer en sociedad. La recién nacida en tu interior, en cambio, conserva la pureza imperfecta del niño sincero.
La palabra aprendida nace en una botella, la que brota a borbotones lo hace fresca como el manantial.
No importa la riqueza del instrumento, sino la belleza de la melodía.
Esa melodía que Dios conoce y valora, pues su Reino está hecho de sinfonías inmensas y de pequeñas canciones, todas ellas nacidas de humildes trozos de madera.
...
Que tu petición no sea para ti. Que sepas embellecer lo que te presente la vida. Y que tus actos hablen de tu agradecimiento.
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Nos decía que no habláramos mucho al rezar.
La palabra que brota de la boca, flota en la superficie y ya ha sido instruida para presentarse ante el mundo. La palabra pronunciada por los labios ya está vestida para aparecer en sociedad. La recién nacida en tu interior, en cambio, conserva la pureza imperfecta del niño sincero.
La palabra aprendida nace en una botella, la que brota a borbotones lo hace fresca como el manantial.
No importa la riqueza del instrumento, sino la belleza de la melodía.
Esa melodía que Dios conoce y valora, pues su Reino está hecho de sinfonías inmensas y de pequeñas canciones, todas ellas nacidas de humildes trozos de madera.
...
Que tu petición no sea para ti. Que sepas embellecer lo que te presente la vida. Y que tus actos hablen de tu agradecimiento.
lunes, 23 de febrero de 2015
Mateo 25, 31-46
Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
"¿Cuándo te vimos?"
¿Mirábais? Porque tampoco les visteis a ellos... Un universo tendido a vuestro alrededor ha pasado desapercibido, volcados como están vuestros sentidos sólo hacia vuestras propias entrañas.
Decid la verdad: no me visteis porque no quisisteis mirar. Y, de haberme reconocido, os hubiera supuesto fastidio y estorbo alejaros de vuestros negocios. Ya sólo os pediré una cosa: no empleéis mi nombre en vuestro interés.
Vosotros, sin embargo, gentes sin nombre, abolengo ni padrón, no supisteis reconocerme y, aun así, dejasteis la vida a un lado para arrodillaros junto a mí.
¿Os sorprendéis de que os acoja, pues decís que tampoco os guiaba la fe?... Pues no tengáis cuidado, que os ha guiado al mismo puerto el corazón.
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
"¿Cuándo te vimos?"
¿Mirábais? Porque tampoco les visteis a ellos... Un universo tendido a vuestro alrededor ha pasado desapercibido, volcados como están vuestros sentidos sólo hacia vuestras propias entrañas.
Decid la verdad: no me visteis porque no quisisteis mirar. Y, de haberme reconocido, os hubiera supuesto fastidio y estorbo alejaros de vuestros negocios. Ya sólo os pediré una cosa: no empleéis mi nombre en vuestro interés.
Vosotros, sin embargo, gentes sin nombre, abolengo ni padrón, no supisteis reconocerme y, aun así, dejasteis la vida a un lado para arrodillaros junto a mí.
¿Os sorprendéis de que os acoja, pues decís que tampoco os guiaba la fe?... Pues no tengáis cuidado, que os ha guiado al mismo puerto el corazón.
domingo, 22 de febrero de 2015
Marcos 1, 12-15
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto,
donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".
¿A qué vienes Satán?
Pretendes darme riquezas... ¿Sólo a mí?... ¿Y a todos los demás? ¿A qué palacios quieres que me encadene, si tengo mis botas para andar libre rebelando el secreto de la liberación?
Dices que me darás fama y tendré poder... ¿Has contado cuántos me llaman? Yo les escucho, les cojo la mano, lloro con ellos porque con ellos me duele... les doy consuelo y esperanza. Díselo a ellos... se reirán de ti en tu cara, pues antes darían su vida por abrazar al que lloran que por una eternidad vestidos de gloria.
¿A qué vienes? ¿Me tienes por un cobarde? Yo conozco tu identidad, ¿quieres que me calle?¿Me tienes entonces por un traidor? No me arrodillaré para que me unzas con oro mientras tenga la frente firme para soportar tus espinas.
Vete y prepárate para la batalla. Mi ejército está hecho de pobres valientes. Una vez hecha la luz, ya no tienes donde esconderte.
donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".
¿A qué vienes Satán?
Pretendes darme riquezas... ¿Sólo a mí?... ¿Y a todos los demás? ¿A qué palacios quieres que me encadene, si tengo mis botas para andar libre rebelando el secreto de la liberación?
Dices que me darás fama y tendré poder... ¿Has contado cuántos me llaman? Yo les escucho, les cojo la mano, lloro con ellos porque con ellos me duele... les doy consuelo y esperanza. Díselo a ellos... se reirán de ti en tu cara, pues antes darían su vida por abrazar al que lloran que por una eternidad vestidos de gloria.
¿A qué vienes? ¿Me tienes por un cobarde? Yo conozco tu identidad, ¿quieres que me calle?¿Me tienes entonces por un traidor? No me arrodillaré para que me unzas con oro mientras tenga la frente firme para soportar tus espinas.
Vete y prepárate para la batalla. Mi ejército está hecho de pobres valientes. Una vez hecha la luz, ya no tienes donde esconderte.
sábado, 21 de febrero de 2015
Lucas 5, 27-32
Jesús
salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la
mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
"Está desconocido..."
He escuchado lo que decían las personas con las que he trabajado durante años. Las personas con las que he compartido las horas, pero no un objetivo.
Nunca compartí con ellos algo más profundo que el límite de mi bolsillo, convertido en principal órgano de mi organismo.
Me sentía lleno... En mi mesa. Tras mi pantalla. Haciendo un nuevo recuento, con los ojos cerrados, antes de dormir...
Pero ya no. Me siento solo.
No recuerdo si Él me ha mirado primero... o si yo, de reojo, ya le seguía a Él. Y, tal vez, yo le seguía porque notaba su mirada... Pero he notado cómo pasaba junto a mí una mano, una oportunidad.
...Al agarrarla, he sentido que sacaba la cabeza del agua, tras largo tiempo bajo otra pantalla de hielo.Y no sé si he comenzado a llorar al hinchar, nuevos, mis pulmones o cuando he notado el beso de su sol en mi cara.
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
"Está desconocido..."
He escuchado lo que decían las personas con las que he trabajado durante años. Las personas con las que he compartido las horas, pero no un objetivo.
Nunca compartí con ellos algo más profundo que el límite de mi bolsillo, convertido en principal órgano de mi organismo.
Me sentía lleno... En mi mesa. Tras mi pantalla. Haciendo un nuevo recuento, con los ojos cerrados, antes de dormir...
Pero ya no. Me siento solo.
No recuerdo si Él me ha mirado primero... o si yo, de reojo, ya le seguía a Él. Y, tal vez, yo le seguía porque notaba su mirada... Pero he notado cómo pasaba junto a mí una mano, una oportunidad.
...Al agarrarla, he sentido que sacaba la cabeza del agua, tras largo tiempo bajo otra pantalla de hielo.Y no sé si he comenzado a llorar al hinchar, nuevos, mis pulmones o cuando he notado el beso de su sol en mi cara.
viernes, 20 de febrero de 2015
Mateo 9, 14-15
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?".
Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
¿Para qué ese ayuno? ¿No veis la diferencia entre el frasco y el perfume?
Vosotros aún deambuláis por el laberinto, aunque, gracias a Juan, ya miráis hacia el cielo.
Mis amigos, sin embargo, ya saben que ese laberinto fue hecho por el hombre con argamasa y con piedra, y saben que a nada conduce seguir caminando entre restos de tierra.
Ellos saben que pueden volar si no se aferran a los muros... y sobrevuelan el laberinto diciendo a todo el que quiera escuchar que se suelten, que no teman ascender, que miren el paisaje entero, pues su destino no es el suelo.
Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
¿Para qué ese ayuno? ¿No veis la diferencia entre el frasco y el perfume?
Vosotros aún deambuláis por el laberinto, aunque, gracias a Juan, ya miráis hacia el cielo.
Mis amigos, sin embargo, ya saben que ese laberinto fue hecho por el hombre con argamasa y con piedra, y saben que a nada conduce seguir caminando entre restos de tierra.
Ellos saben que pueden volar si no se aferran a los muros... y sobrevuelan el laberinto diciendo a todo el que quiera escuchar que se suelten, que no teman ascender, que miren el paisaje entero, pues su destino no es el suelo.
jueves, 19 de febrero de 2015
Lucas 9, 22-25
Jesús dijo a sus discípulos:
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
"¿Cómo puedo ir detrás de ti?"
¿Qué crees que guía mis pasos? ¿Cual es mi norte?
"Honrar a Dios amándonos."
¿Y antepongo algo a ese fin?
"No. Ni tu interés."
¿Y sabéis hacia dónde me lleva este sendero, verdad?"
"¿A la muerte?"
Sí. A la de mi orgullo. A la de mi seguridad. A la de mi cuerpo.
Me llevan al desprendimiento. A aflojar, hasta soltarla, la atadura con todo lo que pueden tocar vuestros dedos. Así, como el aire caliente hace ascender a la luminaria de papel, el amor que haya dado me hará pasar, liviano, a las capas más altas del cielo.
"Pero, ¿qué te obliga a seguir ese camino?"
¿Obliga? Sólo libremente puedes escogerlo. Y sólo en libertad se es capaz de seguirlo...
Pero lo que me hace sentir libre es el mismo andar ligero.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
"¿Cómo puedo ir detrás de ti?"
¿Qué crees que guía mis pasos? ¿Cual es mi norte?
"Honrar a Dios amándonos."
¿Y antepongo algo a ese fin?
"No. Ni tu interés."
¿Y sabéis hacia dónde me lleva este sendero, verdad?"
"¿A la muerte?"
Sí. A la de mi orgullo. A la de mi seguridad. A la de mi cuerpo.
Me llevan al desprendimiento. A aflojar, hasta soltarla, la atadura con todo lo que pueden tocar vuestros dedos. Así, como el aire caliente hace ascender a la luminaria de papel, el amor que haya dado me hará pasar, liviano, a las capas más altas del cielo.
"Pero, ¿qué te obliga a seguir ese camino?"
¿Obliga? Sólo libremente puedes escogerlo. Y sólo en libertad se es capaz de seguirlo...
Pero lo que me hace sentir libre es el mismo andar ligero.
miércoles, 18 de febrero de 2015
Mateo 6, 1-6.16-18
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Tira tu máscara más íntima.
Despréndete de tu más querido cepo.
Busca las cadenas ocultas, más allá de las que se pueden tocar. Sutiles, pueden pasar desapercibidas para tu entorno, pero son las que te impiden dar tu verdadera medida.
Abre la puerta de tu baluarte más secreto.
Al ofrecer tu mano caerán monedas, llaves y herramientas. Sólo faltará entonces una renuncia, pues el orgullo, el afán de protagonismo, la defensa del valor de tu aportación, la espera de un reconocimiento y el sentimiento de superioridad aún anclan tus huellas al suelo.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Tira tu máscara más íntima.
Despréndete de tu más querido cepo.
Busca las cadenas ocultas, más allá de las que se pueden tocar. Sutiles, pueden pasar desapercibidas para tu entorno, pero son las que te impiden dar tu verdadera medida.
Abre la puerta de tu baluarte más secreto.
Al ofrecer tu mano caerán monedas, llaves y herramientas. Sólo faltará entonces una renuncia, pues el orgullo, el afán de protagonismo, la defensa del valor de tu aportación, la espera de un reconocimiento y el sentimiento de superioridad aún anclan tus huellas al suelo.
martes, 17 de febrero de 2015
Marcos 8, 14-21
Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les hacía esta recomendación: "Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes".
Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.
Jesús se dio cuenta y les dijo: "¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida.
Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan
cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?". Ellos le respondieron: "Doce".
"Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?". Ellos le respondieron: "Siete".
Entonces Jesús les dijo: "¿Todavía no comprenden?".
¿No tienes pan? ¿Ya lo comiste... o, tal vez, lo entregaste al necesitado?
¿No tienes respuestas? Recuerda las veces en que consolaste a quien lloraba a tu lado.
¿Estás cansado? ¿Puede ser de tanto caminar una ruta sin destino, de un hermano a otro hermano?
¿Acaso dudas de que si alguno de los que recibieron de ti alimento, una palabra o compañía lo supiera, se levantaría de inmediato y emprendería el viaje hacia ti?
¿Sientes la noche?
Espera... si sembraste de luces tu paso, te aguarda el más bello amanecer.
Jesús les hacía esta recomendación: "Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes".
Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.
Jesús se dio cuenta y les dijo: "¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida.
Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan
cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?". Ellos le respondieron: "Doce".
"Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?". Ellos le respondieron: "Siete".
Entonces Jesús les dijo: "¿Todavía no comprenden?".
¿No tienes pan? ¿Ya lo comiste... o, tal vez, lo entregaste al necesitado?
¿No tienes respuestas? Recuerda las veces en que consolaste a quien lloraba a tu lado.
¿Estás cansado? ¿Puede ser de tanto caminar una ruta sin destino, de un hermano a otro hermano?
¿Acaso dudas de que si alguno de los que recibieron de ti alimento, una palabra o compañía lo supiera, se levantaría de inmediato y emprendería el viaje hacia ti?
¿Sientes la noche?
Espera... si sembraste de luces tu paso, te aguarda el más bello amanecer.
lunes, 16 de febrero de 2015
Marcos 8, 11-13
Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.
Jesús, suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo".
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
¿Por qué quieres un signo del cielo? ¿Para utilizar la espera como excusa y no cambiar tus pasos en la tierra? ¿Para no tener que pasar por tu propio crisol, como todo hombre tuvo y tendrá?
La obtención de una prueba haría innecesario el valor para hacerte a la mar. La certeza mataría a la esperanza como timón en una noche sin estrellas. La seguridad declararía obsoleto el faro del desprendimiento. En lugar de la ligera humildad, la autosuficiencia haría rebosar tus bodegas, haciéndote frágil en la tempestad...
Y una vez perdidas todas las llaves... ¿Qué puerta podrías franquear?
Jesús, suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo".
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
¿Por qué quieres un signo del cielo? ¿Para utilizar la espera como excusa y no cambiar tus pasos en la tierra? ¿Para no tener que pasar por tu propio crisol, como todo hombre tuvo y tendrá?
La obtención de una prueba haría innecesario el valor para hacerte a la mar. La certeza mataría a la esperanza como timón en una noche sin estrellas. La seguridad declararía obsoleto el faro del desprendimiento. En lugar de la ligera humildad, la autosuficiencia haría rebosar tus bodegas, haciéndote frágil en la tempestad...
Y una vez perdidas todas las llaves... ¿Qué puerta podrías franquear?
domingo, 15 de febrero de 2015
Marcos 1, 40-50
Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
"¿Podremos también nosotros sanar?"
Ya escuchasteis a ese hombre...
"Dijo que tú, si querías, podías sanarle, pero nosotros no tenemos tu poder."
¿No? Tenéis poder para curar heridas más profundas. Y mil ocasiones se os presentarán para decir "quiero" o callar.
Quiero escucharte. Quiero tenderte mi mano. Quiero compartir mi abrigo y mi pan. Quiero ofrecerte mi parecer. Quiero poderte ayudar. Quiero llorar contigo. Quiero contigo reír. Quiero creer en ti. Quiero no poseerte. Quiero que brilles. Quiero perdonarte y a ti pedirte perdón. Quiero darte las gracias. A tu lado quiero caminar...
¿Que no podréis curar? No hay mayor lepra para el hombre que la falta de amor.
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
"¿Podremos también nosotros sanar?"
Ya escuchasteis a ese hombre...
"Dijo que tú, si querías, podías sanarle, pero nosotros no tenemos tu poder."
¿No? Tenéis poder para curar heridas más profundas. Y mil ocasiones se os presentarán para decir "quiero" o callar.
Quiero escucharte. Quiero tenderte mi mano. Quiero compartir mi abrigo y mi pan. Quiero ofrecerte mi parecer. Quiero poderte ayudar. Quiero llorar contigo. Quiero contigo reír. Quiero creer en ti. Quiero no poseerte. Quiero que brilles. Quiero perdonarte y a ti pedirte perdón. Quiero darte las gracias. A tu lado quiero caminar...
¿Que no podréis curar? No hay mayor lepra para el hombre que la falta de amor.
sábado, 14 de febrero de 2015
Marcos 8, 1-10
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
"Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer.
Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos".
Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?".
El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete".
Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.
Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió.
En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
¿Recuerdas aquella tarde? Preguntó "¿Cuántos panes tenemos?"
Era poco, pero dimos todo.
Parecíamos locos... Doce amigos que, como toda preparación para iniciar su camino, abandonan lo poco que tienen... Doce amigos en torno a Él que, para multiplicar, sólo saben dividir...
Y ¡vaya si multiplicamos! Cada miga de ese pan volvió a ser semilla viva que al día siguiente voló en todas las direcciones haciendo germinar nuevas locuras como partir tu capa con el indigente o dar como limosna tu propio pan.
"Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer.
Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos".
Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?".
El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete".
Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.
Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió.
En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
¿Recuerdas aquella tarde? Preguntó "¿Cuántos panes tenemos?"
Era poco, pero dimos todo.
Parecíamos locos... Doce amigos que, como toda preparación para iniciar su camino, abandonan lo poco que tienen... Doce amigos en torno a Él que, para multiplicar, sólo saben dividir...
Y ¡vaya si multiplicamos! Cada miga de ese pan volvió a ser semilla viva que al día siguiente voló en todas las direcciones haciendo germinar nuevas locuras como partir tu capa con el indigente o dar como limosna tu propio pan.
viernes, 13 de febrero de 2015
Marcos 7, 31-37
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
"¡Ábrete!" Y la carne acataba su palabra...
Tiempo hace de aquellos hechos excepcionales que fueron megáfonos de su presencia, pese a que los procuró silenciar. Pero ¿cómo hacer callar a quien libras de un grillete en la garganta? Tuvo poder para abrir sus sentidos, pero no fue suficiente para frenar las lágrimas de júbilo de aquél a quien sacó de su sepultura de silencio.
No limitó su poder, sabiendo que le condenaría a ojos de los que juzgan sin ser jueces. A mis ojos, no fue suficiente su prudencia... aunque ¿cómo frenar la compasión de aquél que ha venido a reventar grilletes y cadenas?
¡Qué minúsculo parece hoy aquel poder para moldear la materia! Le mirábamos asombrados, como niños, y para Él no era más que arrancar un pellizco de barro para el alfarero. Y ¡tanto escándalo! ¡Cómo íbamos entonces a entender que su misión no era enseñarnos a dar forma al barro, sino a no dejarnos moldear por él.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
"¡Ábrete!" Y la carne acataba su palabra...
Tiempo hace de aquellos hechos excepcionales que fueron megáfonos de su presencia, pese a que los procuró silenciar. Pero ¿cómo hacer callar a quien libras de un grillete en la garganta? Tuvo poder para abrir sus sentidos, pero no fue suficiente para frenar las lágrimas de júbilo de aquél a quien sacó de su sepultura de silencio.
No limitó su poder, sabiendo que le condenaría a ojos de los que juzgan sin ser jueces. A mis ojos, no fue suficiente su prudencia... aunque ¿cómo frenar la compasión de aquél que ha venido a reventar grilletes y cadenas?
¡Qué minúsculo parece hoy aquel poder para moldear la materia! Le mirábamos asombrados, como niños, y para Él no era más que arrancar un pellizco de barro para el alfarero. Y ¡tanto escándalo! ¡Cómo íbamos entonces a entender que su misión no era enseñarnos a dar forma al barro, sino a no dejarnos moldear por él.
jueves, 12 de febrero de 2015
Marcos 7, 24-30
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.
En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.
Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.
El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros".
Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos".
Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija".
Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
"¿Por qué ayudaste a esa extranjera?"
Porque ella desbordó la barrera aprendida entre personas nacidas a ambos lados de una frontera.
La rebasó por debajo, con la humildad de quien implora ayuda para aquél a quien ama.
Y la pasó también por encima, porque ella vino para a mí por amor. Quien viene empujado por éste ya tiene el corazón preparado para albergar la nueva vida y obrar el milagro de difundirla a su alrededor.
Y no hay límite por cabeza dibujado que pueda frenar lo que nace del corazón.
En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.
Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.
El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros".
Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos".
Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija".
Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
"¿Por qué ayudaste a esa extranjera?"
Porque ella desbordó la barrera aprendida entre personas nacidas a ambos lados de una frontera.
La rebasó por debajo, con la humildad de quien implora ayuda para aquél a quien ama.
Y la pasó también por encima, porque ella vino para a mí por amor. Quien viene empujado por éste ya tiene el corazón preparado para albergar la nueva vida y obrar el milagro de difundirla a su alrededor.
Y no hay límite por cabeza dibujado que pueda frenar lo que nace del corazón.
miércoles, 11 de febrero de 2015
Marcos 7, 14-23
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.
El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo,
porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Más nos valdría tener los ojos vueltos hacia dentro, pues de dentro llega nuestro enemigo.
Fuera está el espejismo, la trampa y la tentación, pero el lobo sale de la madriguera de nuestro corazón para hartarse y llenarse la panza de orgullo y oro... adivinad qué será de la bestia cuando trate de alcanzar la nueva orilla.
Pero si nuestro mirar apunta hacia el mundo y no hacia nuestras entrañas es porque más importante que detectar el peligro es vislumbrar los asideros de la salvación. El peligro, al fin y al cabo, podemos sentirlo surgir desde su abismo teniendo los ojos cerrados...
No mires tan sólo. Abre los ojos. Distingue tu salvavidas en este mar agitado. Olvídate de mantenerte a flote, acércate al que se agita por no morir ahogado. Tiéndele la mano, que ofreciéndosela serás izado y llevado al puerto seguro.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.
El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo,
porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Más nos valdría tener los ojos vueltos hacia dentro, pues de dentro llega nuestro enemigo.
Fuera está el espejismo, la trampa y la tentación, pero el lobo sale de la madriguera de nuestro corazón para hartarse y llenarse la panza de orgullo y oro... adivinad qué será de la bestia cuando trate de alcanzar la nueva orilla.
Pero si nuestro mirar apunta hacia el mundo y no hacia nuestras entrañas es porque más importante que detectar el peligro es vislumbrar los asideros de la salvación. El peligro, al fin y al cabo, podemos sentirlo surgir desde su abismo teniendo los ojos cerrados...
No mires tan sólo. Abre los ojos. Distingue tu salvavidas en este mar agitado. Olvídate de mantenerte a flote, acércate al que se agita por no morir ahogado. Tiéndele la mano, que ofreciéndosela serás izado y llevado al puerto seguro.
martes, 10 de febrero de 2015
Marcos 7, 1-13
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús,
y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados;
y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".
El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".
Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios.
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte.
En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...'
En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre.
Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".
¿No ha llegado a vuestros limpios oídos lo que con nuestras manos sucias hicimos esta mañana? ¿No tenéis noticia de a cuántos aligeramos la carga con estas manos que ahora os parecen impuras?
Os laváis para dejar atrás lo inmundo. Yo no lo hago porque prefiero el desgaste de mi mano sobre otra que con el lavado de una copa.
He apretado la mano del sucio, por eso la suciedad de las mías la tengo como una medalla.
Y ellos no se han lavado porque sus manos, hoy, nos han llevado a la victoria.
No hay pies limpios después de caminar...
No hay ganancia sin desprendimiento.
¿Con qué derecho enjauláis a la palabra en una cárcel de bronce?
¿Y con qué derecho juzgáis sobre las cosas del mundo si no osáis tocar el suelo?
y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados;
y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".
El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".
Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios.
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte.
En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...'
En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre.
Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".
¿No ha llegado a vuestros limpios oídos lo que con nuestras manos sucias hicimos esta mañana? ¿No tenéis noticia de a cuántos aligeramos la carga con estas manos que ahora os parecen impuras?
Os laváis para dejar atrás lo inmundo. Yo no lo hago porque prefiero el desgaste de mi mano sobre otra que con el lavado de una copa.
He apretado la mano del sucio, por eso la suciedad de las mías la tengo como una medalla.
Y ellos no se han lavado porque sus manos, hoy, nos han llevado a la victoria.
No hay pies limpios después de caminar...
No hay ganancia sin desprendimiento.
¿Con qué derecho enjauláis a la palabra en una cárcel de bronce?
¿Y con qué derecho juzgáis sobre las cosas del mundo si no osáis tocar el suelo?
lunes, 9 de febrero de 2015
Marcos 6, 53-56
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.
Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
"¿No te cansas?"
Son días intensos.
Del beneficio que sus manos y ojos pueden comprobar no dudan. Porque, aunque les parezca imposible la curación, saben que la cura será concreta.
No vacilan, recorren kilómetros, pues el fruto esperan poder disfrutar. No les importa lo inverosímil de las historias que oyen sobre nosotros porque poco arriesgan y el resultado lo pueden llegar a palpar...
Días intensos... ¡Llega tanta gente a nuestra puerta! Pero más noto su cansancio y veo el dolor que no puede verse en la piel... La carga que les puede anclar a la muerte.
Por el momento, aliviemos de sus cuerpos el dolor. Ya llegará el momento del despertar.
Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
"¿No te cansas?"
Son días intensos.
Del beneficio que sus manos y ojos pueden comprobar no dudan. Porque, aunque les parezca imposible la curación, saben que la cura será concreta.
No vacilan, recorren kilómetros, pues el fruto esperan poder disfrutar. No les importa lo inverosímil de las historias que oyen sobre nosotros porque poco arriesgan y el resultado lo pueden llegar a palpar...
Días intensos... ¡Llega tanta gente a nuestra puerta! Pero más noto su cansancio y veo el dolor que no puede verse en la piel... La carga que les puede anclar a la muerte.
Por el momento, aliviemos de sus cuerpos el dolor. Ya llegará el momento del despertar.
domingo, 8 de febrero de 2015
Marcos 1, 29-39
Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
"Todos te buscan."
Han presenciado prodigios y nos han dado acceso a su morada cuando un aldabonazo ha hecho que la puerta de sus ojos abrieran de par en par.
Abiertas sus ventanas al alboroto que se extiende por nuestras plazas, la semilla de la palabra ha penetrado hasta sus camas. Ahora ya tiene texto su sueño y sentido su despertar.
"¿Y ahora nos vamos?"
Ya nos podemos ir, pues no hemos venido a conducir, sino a contarles que existe un sendero por el que ya caminamos.
Más allá de este día, día de su despertar, perdurará el mensaje cuando falte el mensajero. ¿Qué llegará más lejos, la música o el instrumento?
Somos pastores, pero no azuzamos detrás. Abrimos el paso, mostramos la senda que abierta queda para el que quiera entrar. Somos pastores sin rebaños. Pastores de hombres y mujeres en libertad.
"¿Pero no les vas a decir dónde dar con tu camino?"
Decidles que no traten de hallar mis huellas impresas en tierra. Para encontrarme, sólo me han de buscar.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
"Todos te buscan."
Han presenciado prodigios y nos han dado acceso a su morada cuando un aldabonazo ha hecho que la puerta de sus ojos abrieran de par en par.
Abiertas sus ventanas al alboroto que se extiende por nuestras plazas, la semilla de la palabra ha penetrado hasta sus camas. Ahora ya tiene texto su sueño y sentido su despertar.
"¿Y ahora nos vamos?"
Ya nos podemos ir, pues no hemos venido a conducir, sino a contarles que existe un sendero por el que ya caminamos.
Más allá de este día, día de su despertar, perdurará el mensaje cuando falte el mensajero. ¿Qué llegará más lejos, la música o el instrumento?
Somos pastores, pero no azuzamos detrás. Abrimos el paso, mostramos la senda que abierta queda para el que quiera entrar. Somos pastores sin rebaños. Pastores de hombres y mujeres en libertad.
"¿Pero no les vas a decir dónde dar con tu camino?"
Decidles que no traten de hallar mis huellas impresas en tierra. Para encontrarme, sólo me han de buscar.
sábado, 7 de febrero de 2015
Marcos 6, 30-34
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
"¿Qué haces aquí?"
Tenía una vida y te seguí.
Sentía un anhelo hondo, extraño... bajo la sordina del diario quehacer.
Ni a mi esposa, ni a mis hijos di la espalda. Pero dejé mi vida, sin abandonarla.
"¿Y por qué me sigues?"
Porque tu camino es real. Tú lo muestras. Vas delante.
"Pero ¿sabes adónde lleva?"
Dijiste que al otro lado del mar...
"En la peor tempestad un corcho ha de flotar.
No llegues con peso a la parte del camino cubierta por el agua."
El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
"¿Qué haces aquí?"
Tenía una vida y te seguí.
Sentía un anhelo hondo, extraño... bajo la sordina del diario quehacer.
Ni a mi esposa, ni a mis hijos di la espalda. Pero dejé mi vida, sin abandonarla.
"¿Y por qué me sigues?"
Porque tu camino es real. Tú lo muestras. Vas delante.
"Pero ¿sabes adónde lleva?"
Dijiste que al otro lado del mar...
"En la peor tempestad un corcho ha de flotar.
No llegues con peso a la parte del camino cubierta por el agua."
viernes, 6 de febrero de 2015
Marcos 6, 14-29
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos:
Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
El mundo siempre buscando amenazas... así comenzó el tiempo de gloria de esa mujer.
Sólo el que atesora lo que se puede caer, tiene miedo de no poder retenerlo agarrado entre sus manos. Manos atrapadas por lo que apresan.
"Este hombre es Juan...", dices.
¿Sientes miedo ante su espectro, ante la vuelta del ejecutado? ¿O es que hasta de tu boca de ejecutor se escapa un gemido de esperanza?
Porque tú le mandaste apresar... ¡tú, preso de tu apetito! Porque tú le mandaste matar. ¡Tú, que en secreto sentiste, regada por sus palabras, cómo reverdecía tu alma!
Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
El mundo siempre buscando amenazas... así comenzó el tiempo de gloria de esa mujer.
Sólo el que atesora lo que se puede caer, tiene miedo de no poder retenerlo agarrado entre sus manos. Manos atrapadas por lo que apresan.
"Este hombre es Juan...", dices.
¿Sientes miedo ante su espectro, ante la vuelta del ejecutado? ¿O es que hasta de tu boca de ejecutor se escapa un gemido de esperanza?
Porque tú le mandaste apresar... ¡tú, preso de tu apetito! Porque tú le mandaste matar. ¡Tú, que en secreto sentiste, regada por sus palabras, cómo reverdecía tu alma!
jueves, 5 de febrero de 2015
Marcos 6, 7-13
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión;
expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Así nos mandó, de día... sin nada.
"No nos pesa una ligera provisión y nos protegerá de los peligros del camino", dijimos.
Pero salimos sin nada más que, al principio, el enfado. Nos envió al mundo, sin las herramientas del mundo. Salimos a hablar al mundo en una lengua que nada tenía que ver con él.
Hoy, mirando atrás, vemos con más claridad.
Las herramientas del mundo son atraídas por su imán... así pudimos volar sobre las ciénagas del egoísmo, las cumbres de la soberbia, las simas del autoengaño. Nada nos pesaba y hasta las sombras que siguen a nuestro cuerpo se transformaron en heraldos que difundían nuestros pasos.
Y así aprendimos la lengua que el mundo no entiende. La que nos permitió hablar a los corazones cautivos sin que los celadores del mundo detectaran a tiempo el peligro de nuestro mensaje. La lengua que, hoy, no necesita ser hablada ni aprendida por un sinfín de mujeres y hombres que también anhelan escapar.
Lengua de actitudes, de hechos. En la que el verbo "creer" es sinónimo de "actuar", y "añorar" es sustituido por "construir". En la que el verbo "saber" no importa, basta con el verbo "buscar".
Y así nos mandó. Sin nada.
...Sólo una mano vacía puede acariciar otra mano.
Ahora sí, vemos con claridad.
Nos envió de noche. El día lo hacía su luz.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión;
expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Así nos mandó, de día... sin nada.
"No nos pesa una ligera provisión y nos protegerá de los peligros del camino", dijimos.
Pero salimos sin nada más que, al principio, el enfado. Nos envió al mundo, sin las herramientas del mundo. Salimos a hablar al mundo en una lengua que nada tenía que ver con él.
Hoy, mirando atrás, vemos con más claridad.
Las herramientas del mundo son atraídas por su imán... así pudimos volar sobre las ciénagas del egoísmo, las cumbres de la soberbia, las simas del autoengaño. Nada nos pesaba y hasta las sombras que siguen a nuestro cuerpo se transformaron en heraldos que difundían nuestros pasos.
Y así aprendimos la lengua que el mundo no entiende. La que nos permitió hablar a los corazones cautivos sin que los celadores del mundo detectaran a tiempo el peligro de nuestro mensaje. La lengua que, hoy, no necesita ser hablada ni aprendida por un sinfín de mujeres y hombres que también anhelan escapar.
Lengua de actitudes, de hechos. En la que el verbo "creer" es sinónimo de "actuar", y "añorar" es sustituido por "construir". En la que el verbo "saber" no importa, basta con el verbo "buscar".
Y así nos mandó. Sin nada.
...Sólo una mano vacía puede acariciar otra mano.
Ahora sí, vemos con claridad.
Nos envió de noche. El día lo hacía su luz.
miércoles, 4 de febrero de 2015
Marcos 6, 1-6
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
"¿De dónde surge su poder?"
Esperamos siempre que la luz venga de fuera. Cuanto mayor sea su resplandor, de más lejos ha de venir. Preferimos la gran luz que de lejos habrá de llegar, eternamente esperada, de fácil dosificación en la espera, a la pequeña llama presente, a quemarropa.
Porque aquí, donde pisamos, preferimos creer que sólo cabe polvo, que sólo cabe lo que nuestros pies ya saben pisar: el camino por el que de día transitan.Un camino que no nos interroga, no nos produce la inquietud que genera la libertad. Un camino organizado, de carriles definidos, hechos para un tránsito individual en el que se debe evitar la colisión. Para evitar sobresaltos, reglas de tráfico humano y una prudente separación. Creemos lo que es práctico creer.
Habitamos la penumbra. Recelamos de cualquier brillo delator que pueda mostrar nuestro rostro, nuestra verdadera intención, más allá de muecas, de cómodas redenciones lejanas y de palabras recitadas al unísono.
Pero ya no sirve la excusa de la ignorancia. Ahora sabemos que la gran luz surge de la colisión de los átomos de aquéllos que aceptan la erosión del abrazo, el riesgo de la fricción.
martes, 3 de febrero de 2015
Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
... mi hija...
No conozco las leyes del universo. Ni ya tengo el don de la fe. Sólo tengo esperanza, fe del pobre, del fiel, del que ya no tiene nada, del que necesita seguir despierto, con los ojos muy abiertos hacia la oscuridad. Pequeño candil encendido que protejo con mis manos y que apenas ilumina el bote en el que navego. Perdido todo equipaje, debo permanecer despierto, agarrado a la única vela que me hará cruzar el mar.
No sé hacia dónde navego, pero he de aguantar despierto mirando su luz. Un día aparecerá la playa y desde la orilla ella ha de ver que llego con una gran hoguera en el corazón.
"No tener llaves te llevará a la puerta. Buscarla, te la abrirá.Y cuida de tu candil. Ésa es la luz que te hará volver a encontrarla en la oscuridad."
lunes, 2 de febrero de 2015
Lucas 2, 22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Simeón, ¿cómo lo sabías...?
"No lo sabía."
Pero dijiste que te fue revelado...
"Sí, fue la esperanza."
"María, tendrás que ser fuerte. En ti nace el camino. Y el camino desaparecerá en el mar. Perderá su apariencia, todo lo que te conforta, te abraza y te da seguridad. Perderemos su visión, su tacto, su soporte...
María, debemos ser fuertes. En el desprendimiento y, sobre todo, en la esperanza. Porque el camino no morirá al disolverse su arena en las aguas. Cruzará su fondo hasta resurgir... Sólo así nos mostrará cómo alcanzar la orilla que desde aquí no se ve."
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Simeón, ¿cómo lo sabías...?
"No lo sabía."
Pero dijiste que te fue revelado...
"Sí, fue la esperanza."
"María, tendrás que ser fuerte. En ti nace el camino. Y el camino desaparecerá en el mar. Perderá su apariencia, todo lo que te conforta, te abraza y te da seguridad. Perderemos su visión, su tacto, su soporte...
María, debemos ser fuertes. En el desprendimiento y, sobre todo, en la esperanza. Porque el camino no morirá al disolverse su arena en las aguas. Cruzará su fondo hasta resurgir... Sólo así nos mostrará cómo alcanzar la orilla que desde aquí no se ve."
domingo, 1 de febrero de 2015
Marcos 1, 21-28
Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.
Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre".
El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!".
Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
En esos días su fama ya se había extendido por la región. Era rara la mesa en torno a la que no se hubiera hablado ya de Él. Pero sólo fueron unos cientos los que acudieron.
Muchos de los que le conocían tampoco se movieron. "¿Qué tiene de extraordinario un igual?"
Es más cómoda una salvación colectiva. Un mesías que libere el país. Un juicio espectacular al que seguir esperando. Y mientras se espera... seguir viviendo.
"Seguramente sus proezas son sólo trucos o tienen explicación. O son fruto de la exageración o de la mentira..."
Pero, al verle, al oírle, algo te dice que te habla. Que el juicio, tu juicio, ya está teniendo lugar. Y que ya no hay juez más allá de ti.
Abre tus manos. Abre tu pensamiento. Abre tu corazón. Y deja que caiga a la tierra todo lo que a ella te habrá de atar.
Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre".
El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!".
Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
En esos días su fama ya se había extendido por la región. Era rara la mesa en torno a la que no se hubiera hablado ya de Él. Pero sólo fueron unos cientos los que acudieron.
Muchos de los que le conocían tampoco se movieron. "¿Qué tiene de extraordinario un igual?"
Es más cómoda una salvación colectiva. Un mesías que libere el país. Un juicio espectacular al que seguir esperando. Y mientras se espera... seguir viviendo.
"Seguramente sus proezas son sólo trucos o tienen explicación. O son fruto de la exageración o de la mentira..."
Pero, al verle, al oírle, algo te dice que te habla. Que el juicio, tu juicio, ya está teniendo lugar. Y que ya no hay juez más allá de ti.
Abre tus manos. Abre tu pensamiento. Abre tu corazón. Y deja que caiga a la tierra todo lo que a ella te habrá de atar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)