sábado, 21 de febrero de 2015

Lucas 5, 27-32

Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".


"Está desconocido..."
He escuchado lo que decían las personas con las que he trabajado durante años. Las personas con las que he compartido las horas, pero no un objetivo.
Nunca compartí con ellos algo más profundo que el límite de mi bolsillo, convertido en principal órgano de mi organismo.
Me sentía lleno... En mi mesa. Tras mi pantalla. Haciendo un nuevo recuento, con los ojos cerrados, antes de dormir...
Pero ya no. Me siento solo.
No recuerdo si Él me ha mirado primero... o si yo, de reojo, ya le seguía a Él. Y, tal vez, yo le seguía porque notaba su mirada... Pero he notado cómo pasaba junto a mí una mano, una oportunidad.
...Al agarrarla, he sentido que sacaba la cabeza del agua, tras largo tiempo bajo otra pantalla de hielo.Y no sé si he comenzado a llorar al hinchar, nuevos, mis pulmones o cuando he notado el beso de su sol en mi cara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario