jueves, 19 de febrero de 2015

Lucas 9, 22-25

Jesús dijo a sus discípulos:
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?


"¿Cómo puedo ir detrás de ti?"
¿Qué crees que guía mis pasos? ¿Cual es mi norte?
"Honrar a Dios amándonos."
¿Y antepongo algo a ese fin?
"No. Ni tu interés."
¿Y sabéis hacia dónde me lleva este sendero, verdad?"
"¿A la muerte?"
Sí. A la de mi orgullo. A la de mi seguridad. A la de mi cuerpo.
Me llevan al desprendimiento. A aflojar, hasta soltarla, la atadura con todo lo que pueden tocar vuestros dedos. Así, como el aire caliente hace ascender a la luminaria de papel, el amor que haya dado me hará pasar, liviano, a las capas más altas del cielo.
"Pero, ¿qué te obliga a seguir ese camino?"
¿Obliga? Sólo libremente puedes escogerlo. Y sólo en libertad se es capaz de seguirlo...
Pero lo que me hace sentir libre es el mismo andar ligero.


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