En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta, se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.»
El día
no volverá.
Una llamada quedó por hacer, unas palabras por pronunciar...
El día ha muerto.
Y ya no volverá...
Mas, mañana, naceré de nuevo.
Todo un mundo por descubrir,
todo por construir...
...
Reza esta noche amigo,
y que el amanecer nos traiga la alegría necesaria para poder ser eco de su Voz.
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