Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Cuando el sacerdote dijo "Daros la paz" se produjo el habitual pequeño revuelo de cada domingo.
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Había sido una mañana difícil. Como otras. Una más. Teléfono en vez de hacer los deberes... y no sé qué tontería a la hora de elegir la ropa... Bronca con la mayor, lloros de la pequeña. Si pudieran ser las cosas un poco más fáciles... Si pudiéramos tener una mañana tranquila, cumpliendo cada uno con su obligación... sin más, pensaba...
A diestra y siniestra se ofrecía la mano, se ofrecía una mejilla... pero ella sólo pudo ver, ensordeciendo sus pensamientos, cómo sus dos hijas giraron de inmediato la vista hacia ella, buscándola con los ojos, y se acercaron corriendo para darle a ella -sólo a ella- un beso que, silencioso, hizo que el cielo inmenso cupiera en aquella mañana en aquel lugar.
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