jueves, 29 de octubre de 2015

Lucas 13, 31-35

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término." Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor."»


"Debes marcharte."
¿Quién lo ordena?
"El que tiene el poder para decidirlo."
...
¿No tenéis el valor de decirme vosotros que deseáis mi desaparición?
¿No os atrevéis a decirme que ensucio vuestras calles... que estorbo en vuestro decorado festivo?
Estáis secos...
¿Habéis perdido el recuerdo de dónde nace la verdadera alegría?
Ya no corre por vuestras venas la savia de la misericordia...
¿Dónde está, siquiera, vuestra sed de justicia?
¿Ya habéis sepultado vuestro último anhelo de juventud?
...
Y decidle a quien tiene ese poder que sé que él maneja el resorte para matarme, pero vosotros le habéis traído el ataúd.
Hipócritas... ya sólo sois polvo. ¿O alguno de vosotros aún echa de menos la luz?

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