viernes, 2 de octubre de 2015

Mateo 18, 1-5.10

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?» 
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.»


Se apaga la luz y la tienda queda casi a oscuras.
La luz del foco de fuera se empeña en no dejar marchar al día. En no dejar que pases página. En mantenerte alerta para que tu memoria no cometa traición.
Se apaga la luz y casi llega el silencio.
El ronquido del generador se prolongará hasta entrado el amanecer.
Se apaga el día y casi llega la esperanza...
Mañana, tal vez, nuestra hija vuelva a pisar la tierra como una mujer libre...
Ayer, llegamos buscando un refugio.
Hoy, soñaré que somos tratados con dignidad.

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