En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Me cuesta venir a hablar contigo. ¿Me puedo sentar?
"Claro."
No estamos acostumbrados a tanto.
No deberías pedirnos que dejemos todo...
... y pretender que no aspiremos a nada...
Somos personas.
"Lo sé."
...
Nos conoces...
Discutimos, dudamos, a veces... nuestro pensamiento te traiciona...
Ten paciencia con nosotros.
...
"Hay un camino.
Sólo os muestro cuál es el paso seguro... Sólo cabremos sin peso. Apretando la espalda al muro. Sin mochila. Sin un denario... Silenciosos como un abrazo. Ligeros como el amanecer."
...
Hablaré con el resto... después de todo, nunca me he sentido tan vivo.
"Confía. Yo iré delante...
...
¡Pedro!
... hay un mañana.
Hay un porqué."
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