viernes, 7 de agosto de 2015

Mateo 16, 24-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad.»

Me habéis llamado... y no soy más que vosotros.
"Pero tú le has conocido."
Hace tiempo... sí.
Os contaré lo que he soñado.
Colgaba en el vacío.
Con una mano me aferraba a una barca. Con la otra, agarraba la mano de un niño.
Ambas estiraban de mí con la fuerza de dos bueyes...
No aguantaba más...
Y abrí una mano.
Me solté de la barca...
Y ví la barca caer.
Y él me izó.
Y, riendo, lloré.

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