Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos.
Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.
"Espera."
¿Qué? ¡Date prisa!
"Ya está muerto... déjalo."
La orden es Romperles las piernas.
"Vamos. ¡Déjalo! Ya ha muerto. Su madre está ahí..."
...
Hay algo dentro de algunos hombres que les hace virar, pese a la inercia. Un rayo de luz que se abre paso aunque se haya desplomado la tiniebla a su alrededor. La esperanza de que habrá un mañana... por más que parezcan ya muertos. El eco de un grito... que aún no gritó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario