Jesús dijo a sus apóstoles:
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."
No lleven encima oro ni plata, ni monedas,
ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella.
Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
"¿Qué tal te ha ido? ¿Has vuelto cansado?"
He vuelto contento.
"¿Y has podido sanar a alguien?"
No, ya sabes que no sé cómo...
pero este viaje ha sido especial.
"¿Por qué?"
Porque entré en una casa y una joven enferma me recibió.
Ya sabía de nosotros... mas no pidió la sanación.
Sólo me invitó a que, sentados junto a la puerta, le contara alguna anécdota con Él.
Pasamos largo rato charlando. Hasta que oscureció. Y ella se fue con una sonrisa, dándome las gracias...
...
Por fin vi -parece mentira- que el verdadero horizonte está sobre nuestras cabezas y que nuestra palabra cala más hondo que una cura. Refresca, alivia... y puede hacer despertar para siempre.
Yo fui a hablarle de vida.
Ella me la regaló.
Ahora sí siento que somos como Él, sanadores...
y el primero en sanar he sido yo.
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