Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
"Todo parece un sueño... Aún hay algo que no parece real.
Él llegó a mí... sopló en mi rostro y... ¡Cuántas veces soñé que venía a despertarme al amanecer! ¡Cuántas que me tapaba los ojos con sus manitas y, luego, cogía las mías! ¡Cuántas soñé que él ya no estaba y yo vagaba por el templo con las palmas abiertas hacia el cielo..."
María...
"Tranquilo, siempre supe que Él seguía un camino para tender otro detrás de él. Y sé que me espera... que nos espera. Pero siento pena... por su dolor, por sus heridas, por cada insulto... porque soy su madre y acabo de ser empujada al abismo. ¿Qué quieres...? Es mi hijo y, aunque sé que ha llegado a su sentido, ahora... sólo le encerraría en casa para ocupar su lugar."
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