En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»
"Sabes, el leproso que vino esta tarde... vino porque nada tenía que perder."
¿Te refieres al hombre que sufría de lepra?
"Sí. No le movía la fe."
A menudo, para tener fe hay que estar bien comido. Y para orar, no estar sepultado en dolor.
Seguro que tienes razón. Pero no hemos de actuar con la cabeza, sino con el corazón.
¿Sólo has dudado de sus motivos? ¿Y de los tuyos al juzgarle... no?
"Es que vino por mero interés..."
¿Y por qué me sigues tú? Puede que no busques remedio a un mal de corto plazo... Y pese a que te duele menos, estás aquí por...
"¡Porque te quiero!"
Pues ayúdame a levantar las losas que asfixian a tanta gente. Cuando respiren... podrá llegar el amor.
... Además... sabes que muchos dicen que nuestras palabras no son de cuerdos... de gente que llaman normal.
"Sí... eso es verdad.
...
No me fijé en que era como yo, mi hermano, el hombre de la enfermedad. "
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