Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
El niño crece, día tras día, y no deja de ser él cuando, ya al término de su pubertad, comienza a ver el mundo de forma más madura, más prudente, más nítida.
Ya no le sirve una metáfora, la parábola, tampoco el lenguaje de antaño.
No he venido a empezar. He venido a terminar un camino.
Mas no se trata de cerrar. Se trata de abrir.
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