En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mi no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
El viento de la vida seguirá soplando.
Traiga lo que traiga, despliega tus aspas, no las dejes de perfil.
Y que todo lo que acontezca las mueva para generar la energía verdadera que mantiene iluminado el mundo, que nos mantiene en la luz... La energía que llamas Amor.
Más allá... un abismo que engulle todo lo que pesa.
Un agujero oscuro que a ninguna parte va...
lejos del camino hacia Utopía, la tierra que no ocupa lugar.
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