En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»
Caída la noche, te acercas a su lado.
Envuelves su mano con la tuya. Le retiras el cabello de la cara. Y la oyes respirar. En paz... se siente segura. ¿Cómo dar seguridad a quien es tu oxígeno. Tu luz..? Imposible explicarle con palabras que ella es quien te elevó sobre las aguas cuando el frío te empezaba a calar.
Por eso, continúas de rodillas a su lado mientras descansa... Eso basta. No hay nada, más allá, que desear.
...
Silencio... Escucha... ¿A tu alrededor, quién te acerca el Reino? ¿Quién te permite ver? ¿Quién es puerta a través de la cual te llega la luz?
En los campos de tus días... ¿En quién guardas tu corazón?
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