En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se
parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de
peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen
los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final
del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y
los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de
dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos
es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo
antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
"Pero, ¿dónde está el texto que debe completar el que hemos heredado?"
Está vivo. Bajo la piel. Late, bombea, se alimenta... llena el mundo entero, no sólo un despacho, no sólo un cofre o un cajón.
Vendrá quien lo narre, mas quien lo vive está aquí.
"¿Has venido a renovar la ley?"
A enseñaros el resto del camino. A esta edad, ya lo debemos ver.
¿Acaso un niño no se renueva? ¿Acaso no es ser fruto el destino de la flor?
No temáis. Hasta aquí nos ha llevado el camino aprendido. A partir de ahora, el camino nace en vuestro interior.
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