viernes, 24 de julio de 2015

Mateo 13, 18-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.» 

"¿Crees que nuestras semillas caerán en tierra fértil?"
Imagino que, en parte, sí.
"¿Te acuerdas de nuestro padre? Estaba pensando en él."
Sí. ¿Cómo no? También le hecho de menos...
"Pasaba el día en el mar. Mas en casa era sembrador.
A menudo recuerdo sus gestos. También sus palabras.
Pero, sobre todo, revive en mí su presencia... su ejemplo...
...
Para que la tierra pueda dar vida a la semilla, ésta semilla de vida ha de ser.
No esperes que nazcan espigas si no es trigo lo que has sembrado.
...
Mañana saldremos a los campos. Y arrojaremos semillas a nuestro paso.
Por eso, ahora, guardemos silencio mirando nuestras manos.
Recemos, cuando anochece, agradecidos y con humildad. Pues mañana sembraremos lo que de verdad guarde nuestra bolsa."

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