En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
El grande proyecta sombra. El sencillo, proyecta luz.
El fuerte despierta tu admiración. El resistente, vela tu sueño.
El poderoso arrastra un ejército a sueldo. Al que ama, se le busca por amor.
El jefe te dice lo que a ti te conviene. El que sirve no quiere sino tu bien.
El que juzga cree decidir tu futuro. El que disculpa te da, hoy, una oportunidad.
El que tiene razón, lo sabe y lo dice. El que no busca tenerla sólo brinda una opinión.
El rico puede ser generoso. El pobre que comparte, es un héroe.
El que guarda, tiene las manos llenas. El que reparte las tiene libres para acariciar.
El que se levanta un castillo cierra su jaula. El que no tiene miedo, respira en libertad.
...
¿Serás el primero que elija sitio en la mesa... o esperarás para sentarte junto a quien tenga a su lado la silla vacía?
Hoy, ¿quién eres?
Y mañana... ¿quién quieres ser?
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