lunes, 13 de julio de 2015

Mateo 10, 34-11, 1

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» 
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.


Cayó de rodillas.
Abrió los ojos de par en par.
El cielo cabía en sus pupilas. Y la vida escapó de su pulmón, pues el otro se aferraba -célula a célula- a una amarga pieza de hierro.
Y todos los sonidos,
los olores...
todas las caricias de su memoria
se fundieron en una luz.
El caballero abrió los labios.
Las manos se abrieron para respirar...
Mas la brisa cerró sus párpados, besó sus palmas
y un leve aroma a tomillo le salió a recibir.
...
Un caballero sin espada, ¿qué podía conquistar?
Un caballero sin emblema, ¿a quién podía servir?
Un caballero ciego, sin coraza, ¿qué esperaba? ¿compasión?
...
"Ven. Te conozco.
Tú siempre dijiste que me buscabas.
Ven. Toma mi mano.
La tuya la prestaste en cada rincón.
Ven. Antes de que recuperes la vista
deja que bese tus ojos
y que respire este aroma a victoria junto a ti."

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